¡No a la guerra!... al automóvil

             

Comparemos la administración pública y la empresa privada con un ejemplo:

Caso 1: Imaginemos que el director general de una empresa privada ve una oportunidad de negocio nueva por lo cual decide elaborar y comercializar un nuevo producto o servicio. Sus conocimientos, experiencia y olfato comercial prácticamente nunca lo han engañado, por eso lo ascendieron a su actual cargo. No obstante decide encargar un estudio detallado a sus colaboradores. Una vez aquel está en su poder y ha sido debatido con su personal, lo presenta  al consejo de administración. Este le hace las preguntas de rigor, una vez leído el informe: nicho de mercado, volumen de negocio que se mueve en el ámbito de actuación de la empresa, porcentaje de cuota de mercado que se pretende acaparar, inversión inicial y posteriores, plazo de amortización de las inversiones, porcentaje de riesgo de la operación, margen comercial esperado, etc.

Si el consejo aprueba el proyecto, le autorizará un gasto y le irá pidiendo cuentas del avance de la operación. Si esta es un éxito el director general será felicitado y puede que lo asciendan o lo gratifiquen. Pero si la operación es un fracaso puede que nuestro directivo lo pase mal incluso podría perder su empleo. Esto es evidente porque el consejo de administración representa a los accionistas que son los dueños de la empresa. Y el fin de toda empresa privada es el lucro económico de sus accionistas, es decir, ganar dinero.

Caso 2: Imaginemos un concejal responsable de Infraestructuras para la Sostenibilidad que decide abordar un nuevo proyecto. El carece de experiencia en este campo para el cual ha sido nombrado pues es ATS y ni siquiera ha ejercido prácticamente esa profesión dado que casi toda su vida fue liberado sindical de CC.OO. Pero el va adelante y presenta la idea al alcalde. Se trata de implantar el carril bici en grandes zonas de la ciudad. No se realizan estudios previos serios pero el alcalde ve en el proyecto una fuente de ganancia de votos y por tanto lo autoriza.

El carril bici, se construye en muchos casos, eliminando aparcamientos de automóviles o aceras, creando recorridos peligrosos para peatones, ciclistas o automovilistas por su mal diseño dado que quieren implantar el carril a toda costa. “Sevilla le ha declarado la guerra al automóvil”, dijo el concejal de urbanismo, Gómezde Celis, de triste recuerdo, cuando hace pocos años su lema y el de su partido era “no a la guerra”. El resultado además en amplias zonas de la ciudad es negativo: apenas se usa dicho carril.

Pese a lo negativo de los resultados, el consistorio municipal, que es el equivalente al consejo de administración de una empresa, del Ayuntamiento de Sevilla ni lo reprueba ni  destituye al responsable, Torrijos, pese a haber despilfarrado un dinero que es propiedad de los “accionistas” del Ayuntamiento, es decir de los ciudadanos empadronados en esa ciudad.

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El pasado 17 de diciembre estuve esperando 30 minutos en un punto de la Ronda Triana  - Los Remedios. En ese tiempo solo pasaron cinco bicicletas por el carril bici. Teniendo en cuenta que ese carril conecta esos dos distritos con la isla de la Cartuja donde hay multitud de empresas, edificios de la universidad y de la Junta de Andalucía y con el puente del Cachorro, se trata de un absoluto fracaso o dicho en otras palabras, de un dinero  gastado en construir el carril prácticamente tirado a la basura. Me pregunto cuántos carriles bici  construidas apenas se utilizan.

 Que sepamos nadie ha destituido ni siquiera reprobado al concejal Torrijos ni al concejal Gómez de Celis, verdaderas lacras para el desarrollo del bienestar del  ciudadano y de ña empresa en la ciudad de Sevilla.

Aparte está el despropósito de construir un carril dejando los árboles justo en el medio, con el consiguiente peligro para los ciclistas, y el tapar los alcorques con asfalto para asfixiar los árboles como puede verse en la foto. Peor imposible.