Uno de los mantras progres es eso de la pretendida igualdad es el uso de palabras no sexistas. Algo que precisamente los apóstoles del progresismo no suelen cumplir porque, en cuanto las oyen en boca de la oposición, ponen el grito en el cielo.
Y es que la izquierda se empeña en hacernos la vida imposible, restringiéndonos la libertad hasta límites insospechados. Se trata de crear generaciones de marionetas entontecidas que vean los programas sobre cuernos y rituales de apareamiento de Telecirco y La Secta con protagonistas femeninas enseñando hasta el hígado o asistan a los bodrios porno-fílmicos subvencionados de los actores de la Zeja que eso para ellos todo eso no es sexismo. En cuanto a leer, si algún loco queda que haga eso, que se empape de las novelas verdes de Almudena Grandes y no de los libros de “fachas” como Pérez Reverte, Sánchez Dragó o Vargas Llosa.
Para la izquierda caviar, esa que se ha hecho rica con los enchufes y las subvenciones, la igualdad se basa, entre otros dogmas, en permitir el aborto de menores y educar los infantes en el vicio de Onán. Y en lo referente al uso del Español, aparte de perseguirlo con saña en algunas comunidades, lo importante para los sociatas es usar el plural en ambos géneros, masculino y femenino, dándole una patada monumental al Diccionario de la Real Academia Española.
Antes las clases sobre la lengua española la daban filólogos. Ahora las dan comisarios de igualdad, perdón, expertos y expertas para así, “la conquista de una sociedad más justa e igualitaria” como dice el panfleto adjunto del curso de la oficina para la igualdad, “Usando las palabras para reconstruir la igualdad”, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Y para ello también contamos con la colaboración de una Directora para la Igualdad de la Universidad, pásmense, de Alcalá de Henares, cuna de Cervantes que como todo el mundo sabe era un facha sexista, por lo que habría que reescribir El Quijote adaptándolo a los tiempos.
Dedicando recursos a estos disparates no es de extrañar que ninguna de las universidades españolas, tomadas por los profesores de la caspo-izquierda y donde se revientan las conferencias de los no partidarios de su rebaño, esté entre las cien mejores del mundo.